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Del pensamiento de Gilles Deleuze a la autopista neoliberal

https://www.lavanguardia.com/cultura/culturas/20250816/10962023/gilles-deleuze-neoliberalismo.html

La cultura empresarial de Silicon Valley lleva paradójicamente tatuada en el brazo la marca del que fuera figura eminente del  pensamiento izquierdista posterior a mayo del 68

FRANCE - JANUARY 01: Gilles Deleuze and Felix Guettari in France in1980. (Photo by Marc GANTIER/Gamma-Rapho via Getty Images)
Gilles Deleuze (izquierda) y Félix Guattari en la Universidad de Vincennes, 1980  Marc GANTIER / Getty

JOSEP MARIA RUIZ SIMON

16/08/2025 06:00

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El pasado 18 de enero Gilles Deleuze (1925-1995) habría cumplido cien años. La efeméride ha pasado sin pena ni gloria. Pero el silencio que la ha rodeado no debe malinterpretarse.

Deleuze, que impulsó la famosa consideración de las teorías como cajas de herramientas que el pensado que las fabrica para él también pone a disposición de los demás, nunca ha dejado de ser utilizado. Y su centenario ofrece un pretexto para recordar algunos usos de que ha sido objeto. Se suele hablar de Deleuze como de uno de los pensadores más representativos del“Pensamiento 68”, una etiqueta que evidentemente remite al famoso Mayo francés. Fue justo ese año, tras haber publicado otras sobre Hume, Kant, Nietzsche, Spinoza, Proust o Sacher-Masoch, que apareció la primera obra escrita “en su propio nombre”: Diferencia y repetición . Al siguiente, salió Lógica del sentido

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Eran libros que, a rebufo de un Spinoza leído desde la perspectiva del Nietzsche iconoclasta que él y Foucault acababan de recuperar desde la izquierda, exploraban una nueva metafísica inmanentista centrada en la multiplicidad y el acontecimiento.

⁄ Vincennes lideró una renovación de la izquierda que no tardó en exportarse a los EE. UU. bajo la marca “french theory”

Libros densos pero juguetones que conectaron bien con el nuevo aire que se respiraba en Vincennes, la universidad “experimental” que el gobierno de De Gaulle instituyó astutamente a fines del mismo año 68 como una reserva india para la gestión del capital simbólico de la revuelta fallida de Mayo y de la casi simultánea invasión de Checoslovaquia por la URSS. Vincennes fue la start-up de unas maniobras teóricas de renovación de la izquierda que no tardaron a exportarse a los EE. UU. bajo la marca “french theory”. Y Deleuze, uno de sus profesores más emblemáticos.

Pero entre los “fundadores” también estaban Michel Foucault y Jacques Derrida, que pronto influyeron desde otros lugares, y Hélene Cixous, promotora del feminismo de la diferencia y las interseccionalidades. Ni Diferencia y repetición ni Lógica del sentido eran obras de filosofía política. Pero su metafísica antidialéctica dinamitaba los cimientos de la doctrina de la revolución del marxismo ortodoxo del desacreditado comunismo de observancia soviética.

 Y, en Anti-Edipo (1972) y Mil mesetas (1980), los volúmenes de “Capitalismo y esquizofrenia” que luego escribió con Félix Guattari, que sí que lo eran, se propugnaba otro concepto de revolución, en que el objetivo ya no era conquistar el poder estatal, sino experimentar modos de vida alternativos que permitieran escapar de los códigos que dictaban qué se debía hacer y pensar, socavando el orden establecido por el capitalismo y el Estado.

Fueron estas obras, que ponían el foco en la circulación del deseo individual y colectivo en las esferas de la política y la economía, las que le dieron mayor proyección. Su concepción del capitalismo como una máquina que no solo produce champús y coches de marca, sino también flujos de deseo y subjetividades que pueden hacer que nos esclavizamos a nosotros mismos era clarividente y esclarecedora. Años después, Deleuze la retomó en Post-scriptum sobre las sociedades de control (1990) para explicar las entonces nuevas formas de dominación psicopolíticas, que actúan a través de ordenadores monitorizando y reconfigurando los comportamientos y que, a diferencia de la vieja biopolítica descrita por Foucault, no se ejercen sobre los cuerpos, sino sobre las mentes. 

/Pensadores como Byung-Chul Han han exprimido estos enfoques, articulándolos con los análisis del propio Foucault

Pensadores como Byung-Chul Han, por citar uno que aún se encuentra en los escaparates de las librerías, han exprimido las capacidades descriptivas de estos enfoques, articulándolas con los análisis del propio Foucault sobre la gubernamentalidad neoliberal.

En Mil mesetas , Deleuze y Guattari teorizan sobre unas “máquinas de guerra”, que no hay que confundir con las metralletas o los tanques, útiles para trazar las líneas de fuga que deberían permitir combatir, desde fuera, contra los mundos mentales que el Estado y el capitalismo crean para sujetar a los sujetos. Y también, sobre el Estado como una institución especializada en apropiarse de ellas. Deleuze y Guattari concebían el pensamiento como una de estas máquinas y construyeron Anti-Edipo y Mil Mesetas como arsenales de conceptos.

A su sombra, en el mundo del activismo, los movimientos sociales y el arte alternativo, florecieron organizaciones que, inspirándose en el arte bélico propugnado en estos libros y con la estructura rizomática del jengibre, opuesta a la jerárquica de los árboles, experimentaban singularidades, cultivaban el deseo de revuelta y conectaban luchas minoritarias. 

En el cambio de siglo, Imperio, de Michael Hardt y Antonio Negri, que partía de estos presupuestos, fue saludado como la biblia del movimiento antiglobalización. Pero, con el paso de los años, parece cada vez más claro que la captura de los conceptos creados por Deleuze y Guattari como “máquinas de guerra” por parte de los enemigos que supuestamente debían combatir puede acabar siendo el argumento principal de la obra.

/Los conceptos creados como “máquinas de guerra” son utilizados por los enemigos que supuestamente debían combatir

En la década de los 90, las teorías de Deleuze o de Deleuze y Guattari también empezaron a usarse, de nuevo con las de Foucault, en las escuelas de negocios como herramientas para pensar formas de organización en el trabajo que permitieran aumentar a la vez el control y la sensación de libertad de los controlados. 

El “pensamiento del 68”, la “french theory” de Foucault, Deleuze y Guattari no solo acabó contribuyendo a asfaltar la autopista neoliberal con una perspectiva estatófoba que aunaba el rechazo al uso del Estado para lograr objetivos políticos con la crítica del Estado del bienestar como generador fascista de servidumbres. 

Paradójicamente, también ha sido decisivo en la configuración del nuevo espíritu del capitalismo. La cultura empresarial de Silicon Valley lleva tatuada en el brazo la marca de Deleuze. Y la que ha acabado siendo su filosofía política hegemónica, el aceleracionismo, también desciende de una de sus maniobras teóricas. 

/La “french theory” aportó  una perspectiva estatófoba que aunaba el rechazo al uso del Estado para lograr objetivos políticos con la crítica del Estado del bienestar

Nick Land, que, en los 90, antes de convertirse al neoreaccionarismo, impulsó esta corriente de pensamiento desde la Cybernetic Culture Unido de la Universidad de Warwick, lo recuerda en A Quick-and-Dirty Introduction to Accelerationism (2017). Remarca que, pese a que entonces aún no se hablaba de aceleracionismo, esta teoría ya se halla en su totalidad a un pasaje de Anti-Edipo en que, citando a Nietzsche, se aconseja como vía revolucionaria “acelerar el proceso”. Cuando se habla de aceleracionismo suele pensarse exclusivamente en la técnica y la propuesta de Deleuze y Guattari tiene un notable aire de familia con el concepto de “destrucción creativa”, con que Schumpeter explicaba el efecto disruptivo de las innovaciones tecnológicas en elcapitalismo.

Pero en Anti-Edipo se hablaba de acelerar el capitalismo, profundizando en la globalización y desregularizando el mercado. Como dice propagandísticamente el oligarca pro-Trump Marc Andreessen en el Manifiesto tecnooptimista , “combinad tecnología y mercados y obtendréis lo que Nick Land ha llamado la máquina del tecnocapital, el motor de la creación,la abundancia de materiales y el crecimiento perpetuos”. La aceleración tecnológica es solo un aspecto, si bien crucial (solo hay que pensar en la IA) de la aceleración del capitalismo, en laque el libertarismo a la carta también es decisivo. 

Contra lo que sugerían Deleuze y Guattari y mantiene el denominado “aceleracionismo de izquierdas”, Land, que en su día fue descrito como un “tatcherista deleuziano”, sostiene que el resultado de acelerar el proceso no puede ser la transición hacia el postcapitalismo, sino su fortalecimiento o el apocalipsis. 

El tecnooptimismo de moda entre los multimillonarios que apoyan Trump es una metamorfosis de estos planteamientos y está en proceso de convertirse en programa de gobierno. Deleuze, el filósofo que repetía que las teorías han de servir para algo, contemplaba la posibilidad de que el poder del Estado se apropiara de “las máquinas de guerra nómadas”diseñadas para combatirlo, subordinándolas a sus objetivos. 

En manos de la actual administración estadounidense, que aspira a ejercer el poder como si fuera una resistencia contra un Estado incrustado dentro del Estado, el aceleracionismo nacido en un rincón de Anti-Edipo puede llegar a ser un arma de disrupción masiva y efectos globales. A inicios delos 70, Foucault medio profetizó que “un día, quizás el siglo será deleuziano”. El siglo XX no llegó a serlo. Pero el XXI, después de que las tendencias a estetizar la política y a convertir el activismo en terapia de grupo que florecieron a la sombra deAnti-Edipo y Mil mesetas hayan llevado a más de una vía muerta, tal vez acabe siéndolo por obra y gracia de su capturapor el trumpismo 2.0.

Como decía Jeffrey Beaumont en “Blue Velvet”, el nuestro es un mundoextraño..

Máquinas de guerra contraestatales

A Deleuze y Guattari, que, antes de teorizar en Mil mesetas sobre la apropiación por el Estado de las máquinas de guerra contraestatales, ya habían hablado en Anti-Edipo, pensando en Grecia, de coroneles fascistas que no se dejarían joder porque leían a Mao, quizás no les habría sorprendido que, entre 1996 y 2006, dos autores como ellos, defensores de la causa palestina, se estudiasen en el Instituto de Investigación en Teoría Operacional del ejército israelí.
Como explica Eyal Weizman en A través de los muros(Errata Naturae), con tales lecturas, los alumnos debían aprender a diseñar escenarios bélicos. Leyendo Mil mesetas, se preparaban para interpretar el espacio de una manera diferente a la del enemigo que buscaba defenderse aprovechando la indistinguibilidad entre civiles y combatientes. 
El secreto radicaba en la distinción entre el espacio estriado y el espacio liso, con que Deleuze y Guattari contraponían respectivamente la interpretación del espacio propia del Estado y la del pensamiento nómada que traza líneas de fuga para combatirlo. Según los instructores militares, que capturaban para el Estado interpretándolos literalmente los conceptos que los filósofos habían forjado metafóricamente como un instrumento de resistencia, las zonas podían pensarse como espacios estriados, con trayectos perfectamente delimitados por el trazado de las calles y los obstáculos arquitectónicos, o como espacios lisos, en los que el recorrido no dependía de límites preexistentes. 
Y fue imaginándolo de esta última manera que el ejército israelí empezó a moverse por los barrios palestinos o los campos de refugiados como si las calles no existieran, atravesando muros para pasar de casa a casa sin pisar las calles y convirtiendo sin miramientos el interior de las viviendas civiles en campo de batalla, en una táctica que no ha abandonado.